sábado, 27 de febrero de 2016

LE ECHAS DE MENOS

Le tienes delante y le echas de menos. Cuando no sabía escribir. Cuando se ponía de puntillas y sólo te llegaba hasta aquí de alto: justo a la altura de la cadera. Cuando decía «'ranaceronte'» y «'nesecitar'». Cuando te tenía por alguien de fiar, por un Jedi en vaqueros. Cuando le tirabas tiros con la pelota de espuma en el sofá del salón y daba igual que se rompiera un jarrón... porque él se rompía de risa. Le tienes delante y le echas de menos. Cuando te ametrallaba preguntando «¿por qué?» -durante cuatro horas seguidas, cabezón, como un Mourinho chiquitito- y no se conformaba con la pólvora de tu silencio. Cuando te venía en pijama con un cuento y te lo ponía encima como un recién parido. Sin preguntas. Porque entonces tú ya sabías. Cuando la vida era un grito y un desorden, y unos cereales en concreto y una O con el rabito mal hecho, y una lucha libre en la cama, y un olor a Nenuco, y un rayajo en la pared, y tres termómetros perdidos en un solo mes, y el Dalsy nocturno, y siete colecciones de cromos sin terminar, y un gorrito de baño como de muñeco y... Echas de menos sus rodillas sucias y que las tuyas no crujan. Echas de menos las cosquillas a traición y los sustos pactados. Echas de menos sus regalos horribles: el marco con pinzas de la ropa que no hubo huevos a colgar; un collar de garbanzos que parecía un rosario; aquel colgante-mariposa para el retrovisor que te tapaba media carretera. Echas de menos más.Le tienes delante. Míralo, sigue siendo un mocoso, todavía no ha tirado los peluches, si te esfuerzas con una buena historia todavía se caga de miedo. Pero le echas de menos. Como ese viejo amigo que se va a tener que conformar con recibir una postal de cuando en cuando. Cada vez más corta. Con una letra cada vez más extraña. Con un remite cada vez más lejano.Le tienes delante esta mañana. O de frente. O detrás. O al otro lado de esa vieja mesa de distancias kilométricas. Si estiras el brazo podrías incluso tocarle. Y sin embargo le echas de menos...


miércoles, 24 de febrero de 2016

Coro para una gran profesora

Al igual que muchos maestros maravillosos, la señora Watson dejó una marca en una gran cantidad de estudiantes. Ella es profesora de música en una escuela de Chicago, EE.UU. y gran parte de sus ex alumnos la recuerdan con mucho cariño. Lamentablemente una enfermedad la afectó muchísimo y tuvo que dejar la escuela. Por eso a su regreso sus estudiantes, ahora convertidos en profesionales o estudiantes universitarios, decidieron sorprenderla con un cariñoso homenaje.

El día de su regreso ella creía que estaba en camino a una entrevista con un maestro de la escuela pero cuando se da cuenta de lo que la esperaba al final del pasillo no pudo contener las lágrimas.


https://www.youtube.com/watch?v=VNEsqr9cQGg